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Mi nieta y yo

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Día del Abuelo

Con motivo del Día del Abuelo, que se celebra el 26 de julio, rendimos homenaje a todos los abuelos con este precioso relato de una abuela de una adolescente con síndrome de Down.

Mi nieta cumplirá quince años dentro de unos días. 

Parece que fue ayer cuando fuimos al hospital a conocerla. Llevábamos 4 rosas blancas, una para mamá, otra para papá, otra para su hermano de dos años y otra para ella, además de un pellizco en el corazón (“Venid llorados” nos había rogado mi hijo) y la clásica pregunta del “¿Por qué?” en la cabeza…

Bastó sin embargo ver aquellos ojos preciosos que ya parecían sonreír, y que ahora sonríen constantemente, para que una revolución de sentimientos positivos, atropellados e impacientes, me impulsaron desde aquel momento a querer ayudarla. A sentir que, de entre todos mis nietos, aquella personita iba a sacar lo mejor de mí misma, y, como luego ocurrió, sacó lo mejor de los sentimientos de toda la familia.  

Y así fue, en cuanto se pudo, empezamos a llevarla a estimulación precoz. Yo hacía de chofer para llevarla a la fisioterapeuta al otro lado de la ciudad, siendo aún un bebé de tres meses. 

Más tarde, iba a recogerla a la guardería cuando me tocaba y volvíamos cantando a grito pelado y muertas de risa las canciones de la “tele”. 

Fue creciendo. Llegaron los veranos en la playa, los pozos en la arena, los partidos con palas en la orilla, entrenando pacientemente al atardecer hasta llegar a los 154 toques. Corriendo de roca en roca o pescando cangrejos en el espigón, para soltarlos más tarde “porque daba pena”.  

Durante el curso había empezado a ir a la piscina y a nadar con “flotis”. Una mañana, las dos solas en la playa, le propuse: “¿Te atreves a nadar conmigo sin flotis?» Me dio su mano, entramos en el mar y yo nadé hacia dentro. Ella me miraba quieta y dudosa… «¡Venga, ven, tu puedes!» y le tendí los brazos. Empezó a chapotear primero y luego, con más confianza ya, siguió nadando hacia mí, mientras una enorme sonrisa de felicidad y alegría le cruzaba la cara, hasta llegar a mí. ¡Lo había conseguido!

La abracé llena de orgullo, mientras unas lágrimas de felicidad me brotaban de muy adentro, ¡Tenía ante mí a una auténtica luchadora! Y supe que, antes o después, iría consiguiendo sus sueños, como así va siendo. Hoy en día, andan pensando que quizás pueda competir como nadadora en las paraolimpiadas.

Y todo ello, en medio de una alegría que desborda por sus ojos reidores. 

¡Un auténtico regalo de Dios! 

María Teresa Crespo, abuela de Isabel Agudo

2 Responses

  1. Juan y Mari-Jose

    María Teresa: Sabemos que eres una gran abuela para esa nieta especial, como para los demás nietos. Nosotros como abuelos de Martín nos vemos reflejados en muchas de tus actuaciones. Enhorabuena por poder hacerlo y sentir esa satisfacción de haber hecho siempre lo necesario por nuestros nietos, y tu eres una gran abuela, felicidades también a Isabel por tener esa abuela. Besos a las dos de Mari-Jose y Juan.

  2. Quique

    Muchas gracias a todos los abuelos, en especial a los que a mi hijo le han tocado en suerte, y muchas felicidades en vuestro día, sois el gran apoyo de la familia

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